domingo, 23 de diciembre de 2007

ESTAR A DIETA




Las mujeres siempre estamos a dieta y hemos desvirtuado por completo el significado de la palabra (dieta: régimen alimenticio) para restringirla a: comer como pajarito durante meses, para bajar un gramo. Y hay varias: la dieta Atkins (nada de papita, arrocito, frejoles, pan, pero se permite algo de grasa y mucha carne), la dieta hipocalórica (todo pero poco), la antidieta (que en síntesis es comer sano, mezclando adecuadamente los alimentos bajo la doctrina macrobiótica oriental, o algo así). En ningún caso se permite alcohol o golosinas obviamente, así que guardando el chocolate, escondiendo la botella.
Pero la dieta no es cosa de juego. Ésta acarrea efectos secundarios como: mal humor, acidez, y ante el día libre de dieta (¡a romperla!) una voracidad de león vegetariano suelto en la sabana. En un caso extremo donde además haya escasez de amor propio, puede darse la bulimia o la anorexia. Pero no será tema que toque esta vez.


Estar a dieta, se puede resumir con la frase “mírame y no me toques, pero mírame”, de Serrat. Es estar comprometido y ser fiel (ojo no dije enamorado, dije comprometido. No es lo mismo). Es renunciar a cosas que nos gustan (que nos encantan, alocan , etc.) por ser consecuente con algo y ese algo, nos augure ser mejores personas. Es aprender a decir NO con todo el cuerpo.


El café es mi bebida preferida. Es la bebida que puede reemplazarlo todo: comida, tragos, dulces, besos, todo. El amanecer huele a café, el consuelo cuando alguien nos deja, también. Devota a él, bebo en promedio seis tazas diarias: de ahí mi inexplicable energía para producir tonterías en cantidades industriales.

Un café es el mediador perfecto para una reunión de negocios, de amigos e incluso el principio o fin de un romance. Es el mejor compañero para escribir y es la excusa ideal para escaparte del trabajo y regalarle 20 minutos a alguien especial, o quizá 30, café de por medio.

Alguna vez pretendí dejarlo. Lo logré por tres días. Al cuarto ya estaba deprimida y comiendo ansiosamente, como antesala de mi "caída". Y, aunque fuera café instantáneo, fue la más rica taza de café que tomé en años!

El doctor fue quien me ordenó que lo dejara o que redujera su consumo. Desde entonces tengo el mezquino concepto de que algunos médicos están al servicio de los laboratorios antes que de las personas. Al final, la depresión es una puerta abierta a todas las enfermedades. Por lo tanto, el café es la vacuna para evitarlas.

A qué venía esto del café? A que hay cosas a las que no podemos renunciar, por lo que significan. Puedo estar a dieta de todo, menos del café. Hay mujeres que no pueden estar a dieta de los hombres y viceversa pues aprendieron a llenar sus vacíos con caricias y a vivir de ellas, mi madre no puede vivir sin los chocolates y es feliz cuando los come porque le recuerdan a mi abuelo. Conclusión: no dejaré el café hasta que la muerte nos separe. Así como Ribeyro (quien murió en su ley) y su infaltable compañero: el tabaco.


Y yo no quiero vivir 100 años! quiero vivir intensamente. No quiero ir a la farmacia por "pastillas para no soñar", como dice Sabina "Si lo que quieres es vivir cien años no pruebes los licores del placer". Así que he decidido estar a dieta de la dieta. He dicho.

Pastillas para no soñar

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