jueves, 13 de noviembre de 2008

Cusco es Cusco


Ni siquiera el soroche*, que nos atonta a los recién "subidos" a la ciudad imperial, nos impide disfrutar del azul pastel del cielo cusqueño, un delicioso choclo caliente en la estación del tren en Ollantaytambo, una relajada caminata en San Blas y por supuesto visitar el majestuoso Machu Picchu. Mucho ya se dijo de esta maravilla y se seguirá diciendo (y escribiendo).


La magia del Cusco hace que los lugareños tengan una concepción espacio-temporal muy particular. Para ellos decir "aquisito nomás", es para mí caminar 15 cuadras. Lo mismo sucede con la relación valor-costo de las artesanías: "señor, cuànto cuesta esta bufanda? 70 soles señorita. Pero, soy peruana!!! Ah, 20 soles nada más caserita". Y así, por arte de magia me compré 3 bufandas de alpaca al precio de una y, por si fuera poco, me dieron vuelto. Así es mi rico Cusco.


Las piedras cusqueñas, son como imanes de gringos. Todos posan junto a cada piedra. Grande, mediana, pequeña, de 4, 8, 10 y 12 puntas. Unos rocones alucinantes que sabe Dios cómo los encajaron hace tiempo nuestros ancestros y los hicieron muros anti ataques nucleares. Yo le hubiera querido llevar de souvenir una de esas piedras a un par de amigas bricheras** que tengo para que se les peguen los gringos también y sean felices. Pero ni me hubieran dejado, ni las hubiera podido cargar. Utopía.


¡Yo amo la papa! me dijo una amiga mexicana cuando visitó Cusco y fascinada me contó que nunca en su vida había probado tantos sabores distintos de papa. Entonces la llevé a un mercado para que tomara fotografías a las montañas de papas de diferentes colores que encontramos a nuestro paso. Se hizo fan de la papa y se hizo fan del Perú.


Y yo también soy fan del Perú pues. No es Julio ni el día de la canción criolla para que me aflore todo este patriotismo pero estoy en Cusco y Cusco es Cusco.


* Soroche: mal de altura
**bricheras: busca gringos o cualquier extranjero

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